martes, 2 de julio de 2013

14. Economia

Se ordenó que los productos extranjeros que se introducían, fueran consignados a comerciantes del país, dejando sin efecto la medida del Triunvirato que posibilitaba la consignación a extranjeros.  Pero ante las protestas de mercaderes ingleses, esta disposición laudable fue dejada sin vigor.  Se estableció que la exportación de harina y trigo no estuviese sujeta a derecho alguno, para fomentarla.  Se siguió permitiendo la salida de oro y plata.  Como las entradas aduaneras en concepto de derechos de importación y exportación, eran sumamente necesarias para mantener los cuantiosos gastos públicos derivados de la guerra que se sostenía, los sucesivos gobiernos patrios permitieron en general el libre comercio.  Había más razones: no molestar a Inglaterra, cuya neutralidad era imperioso mantener;  ser fieles a las propias convicciones económicas de la mayoría de los responsables políticos de esa hora;  y favorecer a los importantes sectores porteños vinculados con el comercio de importación.  Las consecuencias de esta política serían ruinosas: el comercio exterior cayó en manos de un “pool” de traficantes ingleses que se llevó el metálico, y se continuaría destruyendo el artesanado criollo del interior creando empobrecimiento y desempleo.  Perdido el Alto Perú, que era el proveedor de especies metálicas preciosas, comenzó a sentirse gran carencia de numerario.  Este factor fue el origen en la década siguiente de nuestro endeudamiento con la banca británica a través del empréstito Baring.  No era lo mismo permitir la libre salida de cueros o sebo que la de oro o plata. 

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